Me quedé mirándolo fijamente durante, para mí, mucho tiempo. En mi mirada se podía leer con claridad que algo no iba bien. Mostraba ira, rabia y quizás odio. Era algo que me llevaba maltratando varios días y no me creía capaz de seguir callando todo eso. También decían (mis ojos) que estaba harta de que las cosas no saliesen como quería, que la suerte se despidió de mi hace un tiempo y que quería que de una vez por todas saliese el sol en mi vida. Me pareció que quería llorar, pero quizás por vergüenza o por aparentar ser fuerte no lo hice, al menos delante de el. Entonces, decidió no seguir viendo esa mirada. No podía, le dolía hasta a el. Y fue cuando decidió pintar en mi cara una sonrisa, colorearme los mofletes con un rojo intenso y cambiar algunos trazos como los de mi ceño fruncido y nariz arrugada. Y así, poco a poco... Consiguió hacerme feliz. Cambió todo. Mi mirada provocaba GANAS DE VIVIR.