lunes, 15 de marzo de 2010

A lo largo del canon solo tuve una certeza, mi anhelo de acariciarte la espalda y mirar tus ojos como perdida en un universo profundo. Cada historia, real o imaginaria, transporta mis ansias de tenerte para siempre. Ahora sólo quiero emerger de tu vientre, unida a tus caderas como un prestidigitador a su truco. Pienso en el fuego de tus manos y tu intención de besarme uno a uno los lunares. Sabès que se van a acentuar con el tiempo y vamos a tener màs espacios sinceros para volar como pájaros o mariposas. Repaso la cosquilla con que habitàs mi útero, la constatación de tu sueño estrechándose a mi noche. Te espero. Me animo a la tarea de deletrearte voluble, como una nube expandiéndose a través del mar. Recuerdo nuestra primera estadía en el sillòn, el calor de aquella tarde y el rumor de las olas mensajeras del insomnio. Hablamos casi hasta el amanecer, yo tenía 16 años y vos 20, y repasábamos nuestra historia juntos entregados a un paisaje común. Nos hicimos adictos al amor y sus promesas de otoño y primavera. Muchas veces llovía, y hacía frío, pero igualmente nos aventurábamos con el afán de poseer recuerdos irrepetibles. No me cabe duda de que lo logramos.

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